La constante del cambio
Una verdad universal es que absolutamente nada en este universo permanece estático. Galaxias, sistemas, planetas, estrellas. Aún nuestro propio planeta cambia incesantemente, sujeto a todas las variables que determinan su constante actividad. Partículas que se transforman en energía, civilizaciones que aparecen y desaparecen e incluso los cientos de transformaciones que sufrimos todos los días, de manera cotidiana en nuestro entorno social, en nuestra biología y en nuestra psique.
Por el otro lado tenemos una de las herramientas evolutivas más importantes para nuestra especie: la detección de patrones. Los humanos, durante milenios, dependimos de percibir cosas que (aparentemente) no cambian como la posición de las estrellas, las temporadas de siembra, las consecuencias de hacer enojar a un tigre dientes de sable. Aprendizajes que continuamos aplicando hasta nuestros días, porque tenemos la certeza de que los políticos son corruptos, que Apple es sinónimo de innovación y calidad y que puto el que lo lea.
¿Cómo es posible que una de nuestras principales herramientas de adaptación vaya en contra del orden natural del Universo? ¿Cómo es posible que seamos una especie que necesite del orden y busque patrones en un universo cuyo único orden sea el mismo caos? Los humanos somos adictos a los patrones, los necesitamos, nos reconfortan, nos dan seguridad y certeza pero es una seguridad albergada en una ilusión, en una mera percepción auto impuesta de la realidad de que las cosas no cambian, o cambian tan lento que es imperceptible.
Irónicamente, nuestra biología y psique se han adaptado a esta misma herramienta. Nuestro cuerpo tiene un proceso llamado homeostasis, que es una herramienta metabólica que le hace la vida de cuadritos a la gente que quiere bajar (o subir) de peso. Tenemos sesgos cognitivos que nos hacen adictos a buscar información que valide que lo que pensábamos previamente es correcto, cierto y válido. Nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra sociedad luchan aguerridamente contra cualquier indicio o síntoma de cambio, sin importar si esto es para bien o para mal; lo cual es irrelevante porque el cambio siempre es inevitable.
Donald Trump y los movimientos conservadores alrededor del mundo han construido una plataforma de comunicación alrededor del hecho de que el cambio está mal y todo estaba mejor cuando el mundo vivía una hipotética comodidad post-guerra y cualquier cosa que cambie, sean estructuras sociales, políticas, económicas e incluso climáticas, están mal. Las cosas estaban bien cuando éramos un mundo racista, clasista que dejó a África en ruinas, sobre explotaba a la clase obrera, los homosexuales no tenían derechos, las mujeres no votaban y nuestra única fuente de energía era quemar petróleo y carbón… Ya saben, eso de “Make America Great Again”.
Una de las ironías más grandes de este concepto es el hecho de que la industria de la tecnología, una industria que fundamentalmente depende del cambio y el desarrollo tecnológico, es uno de los pecadores más marcados de la incapacidad a adaptarse al cambio. IBM estaba convencido de que la gente nunca iba a necesitar una computadora en su casa. Blackberry estaba convencido de que los usuarios necesitaban un teclado físico para poder interactuar con sus computadoras. Microsoft tenía la certeza de que la flexibilidad de Windows era superior al “jardín cerrado” de Apple y Yahoo estaba seguro de que la gente jamás iba a cambiar un “Portal” (qué retro) para utilizar un buscador como Google para navegar por Internet.
Todos corremos el mismo riesgo de resistirnos al cambio y caer presas de la zona de confort. Tú mismo, querido lector, ahorita podrías evaluar un montón de cosas que das por hecho y que para ti son verdades absolutas e incuestionables, que ni toda la evidencia del mundo podría convencerte de que estás equivocado o que las cosas pueden ser diferentes. ¿Cuántas decisiones tomas todos los días por que te resistes, consciente o inconscientemente al cambio? ¿Cuántas cosas dependen de que tu estés convencido de que existe un patrón que jamás va a cambiar aún cuando la realidad del universo es el constante cambio y tu estés parado en una piedra que se mueve a 30 kilómetros por segundo y no estés en la misma posición que hace un segundo en relación con la totalidad del cosmos? ¿Cuántas actitudes aplicas cada día en tu vida, pensando que continúan siendo vigentes y válidas aún cuando las células de tu cuerpo se están regenerando activamente construyendo una nueva versión de ti, en sentido celular, al menos cada 6 meses?
Individuos que desarrollaron el patrón de manipular su entorno a través de berrinches o caprichos normalmente no vuelven a re evaluar si esa estrategia les continúa dando resultados en contextos diferentes. De la misma manera, individuos que se forjan un patrón de victimización difícilmente pueden desarrollar otra manera de justificar y percibir la realidad, porque ese patrón, por más destructivo que sea, es el patrón familiar y el que nos permite refugiarnos de la realidad de la constante al cambio. La intolerancia al cambio crea una realidad alternativa, ausente de una de las reglas más fundamentales del universo y por definición crea una burbuja que afecta la manera en la que nuestros sentidos perciben al mundo a nuestro alrededor, despertando reacciones aparentemente irracionales y de las que podemos no ser conscientes, porque en todos los sentidos, esa irracionalidad se vuelve nuestra realidad.
En mi opinión, la capacidad de adaptación es una variable tan rara que es un elemento clave en los selectos individuos que logran alguna métrica de éxito, trascendencia y satisfacción personal. Personalmente es lo que más me gusta del Diseño Centrado en el Usuario. Los productos no cambian, pero los usuarios y su contexto si. Es como seguir al Sol, pero conscientes de que el Sol a su vez está sujeto a una multitud de fuerzas que determinan su comportamiento. Si sigues a tus usuarios y diseñas alrededor de sus necesidades, adaptándote tu a ellos y manteniéndote permanentemente vigente. Las empresas más exitosas son aquellas que han aceptado el cambio como parte de su personalidad, y les permite sobrevivir décadas o siglos, adaptándose a su contexto siempre cambiante, flexibles, enfocadas y que con el cambio de hecho se hacen más fuertes.
Alan Cooper dijo el lunes pasado en el ITAM que (parafraseando) “Innovar es, por definición, hacer algo que nunca antes has hecho y por lo tanto es imposible que tengas certeza absoluta de cómo hacerlo”. Innovar es cambiar, que implica tomar variables parcialmente conocidas para obtener un resultado que se puede proyectar, pero para fines prácticos, es desconocido. Innovar activa todas las alarmas en nuestros sistemas sociales y biológicos. Nuestro cuerpo secreta hormonas, detona emociones, genera miedo, nervios, adrenalina. Nuestra sociedad se escandaliza, se moviliza, señala, se queja. El sistema completo lucha en contra del cambio, pero los que hacen consciente que esa resistencia es parte del proceso natural del cambio mismo son los que eventualmente crean una huella en la historia de nuestra especie.
Ser diseñador de UX nos permite estar en más contacto que nadie más con la realidad de cuánto de hecho nos desagrada el cambio. Los usuarios no disfrutan de nuevas experiencias, no disfrutan de nuevas maneras de hacer las cosas. Si ellos han aprendido que 30 clics es aceptable para llegar a un contenido que les interesa, están dispuestos a vivir sus vidas así, siendo la personificación de “más vale malo conocido que bueno por conocer” y parte de nuestra batalla es, de hecho, convencerlos a través de nuestras herramientas, que las cosas pueden ser más fáciles y flexibles. Y ni quiero comenzar a rantear sobre los clientes que “siempre han hecho las cosas así” y que consideran que los que quieren hacer las cosas diferentes “tienen un problema de actitud”.
En el terreno personal, para mi era una realidad el hecho de vivir con depresión, que se traduce en una existencia con dolor, sufrimiento y un estado de auto-flagelación que automáticamente me hacía descartar cualquier alternativa que me hiciera creer que existe una posibilidad de no vivir así. De hecho, hace unos días tuve oportunidad de leer un fascinante artículo en Brain Pickings acerca de unas cartas que Bruce Lee se escribió a si mismo.
En estas cartas, el icónico señor Lee hace un ejercicio de introspección en dónde el mismo se cuestiona que la razón por la cual le es imposible definirse es porque él mismo es víctima del cambio, consecuencia de todas sus experiencias de vida
“I am a changing as well as an ever-growing man. Thus what I held true a couple of months ago might not [be] the same now.” — Bruce Lee
Bruce Lee veía su propia disciplina, producto del amor a las artes marciales, a la actuación y a su familia, como la obligación de estar consciente al cambio en su entorno. Su estilo de pelea, Jeet Kune Do es una manifestación física de la necesidad de adaptarse al cambio, en dónde en vez de estar restringido a movimientos mecánicos y repetitivos, el peleador fluye con las circunstancias, constantemente validado y valorando su entorno, los movimientos de su enemigo y encontrando las mejores oportunidades para ser el movimiento más eficiente.
“I am happy because I am daily growing and honestly not knowing where the limit will yet lie. To be certain, every day can be a revelation or a new discovery.” — Bruce Lee
Lee, aún en la cúspide de su carrera o su capacidad física, nunca se cansó de continuar abierto al cambio, descubriendo y re descubriendo el mundo y la naturaleza que lo rodeaba. El hizo del cambio su filosofía personal, identificando que los elementos más importantes es simplemente estar receptivo al entorno, abierto a que constantemente se abren nuevos caminos frente a nosotros y que cada individuo está en control de su percepción de la realidad. Lo que lo define es la constante búsqueda de permanecer indefinido, aceptándolo como una realidad, no como una cualidad o defecto.
Where some people have a self, most people have a void, because they are too busy in wasting their vital creative energy to project themselves as this or that, dedicating their lives to actualizing a concept of what they should be like rather than actualizing their potentiality as a human being, a sort of “being” vs. having — that is, we do not “have” mind, we are simply mind. We are what we are. — Bruce Lee
El hecho es que todo cambia, todo el tiempo, porque toda acción genera reacciones en todas las direcciones y en todos los niveles. Todas las decisiones que tomamos todos los días generan un cambio, que se suma a los cientos de miles de cambios en nuestro entorno social, a los cambios en nuestro planeta y en nuestro universo. Estar abiertos al cambio requiere valentía y coraje, requiere poner en contexto y perspectiva todas esas alertas y mecanismos de defensa evolutivos y sociales que nos ayudan a mantener una estabilidad y balance, para cuestionarnos realmente si nos estamos protegiendo de algo o simplemente nos estamos aislando de la realidad.
Nunca perdamos de perspectiva que todo cambio siempre implica trabajo, implica dedicación y luchar en contra de lo que en ese momento puede considerarse ‘sentido común’. Innovar, y por definición ‘cambiar’, requiere hacer cosas que no se han hecho antes y pueden tener consecuencias desconocidas que a su vez pueden requerir aún más flexibilidad al cambio. Lo que es seguro es que una vez que nos abrimos a la necesidad e inevitabilidad del cambio, no hay manera de volver a mirar atrás.