Lecciones de vida, de Fernando Solcá.

Adrian Solca
7 min readDec 13, 2018

Amigos. Hace unos días perdí a mi padre después de una encarnizada batalla de más de 15 años contra el cáncer.

Lo único que “sé” hacer es escribir, así que como remembranza, quisiera compartirles algunas lecciones que, con o sin la intención de impartirlas por su parte, me han marcado y hecho quien soy ahora, esperando que tal vez a alguno de ustedes también le sea de utilidad:

✓ El “libre pensador”.

Mi padre nunca fue religioso, ni de izquierda o de derecha. Aún siendo un perseguido político de la dictadura en Argentina, vivió en todos los países de sudamérica, algunos de Asia y en varias ciudades de México. El amaba empaparse de todas las culturas y maneras de pensar, viendo como un lastre el casarse con una ideología. Yo tengo una madre fanática religiosa en extremo y mi padre siempre me decía que el quería que yo fuera un “libre pensador” porque veía más valor en asimilar muchas maneras de pensar y quedarse con lo mejor.

✓ El “pasarse sin preguntar”.

Mi padre, en especial ya en su época de ‘ruco’ me hacía pasar muchos corajes porque le encantaba pasarse a lugares o hacer cosas “sin preguntar”. Yo, con mi ansiedad social, veía en ese comportamiento la disrupción y el desorden. Ahora entiendo que lo que él hacía era no ver barreras. El no rompía las reglas, solo era un hombre que no le gustaba seguir el “orden” implícito de algunas cosas. Nadie decía que no pudieras pasar, que no pudieras algo. A veces nosotros mismos nos ponemos barreras en dónde no hay ninguna y nos cerramos ante la posibilidad de descubrir algo nuevo, por miedo.

✓ Ayudar no cuesta nada.

Algo que me ha impresionado mucho de estos últimos días es la cantidad de gente que estuvo a su alrededor. Mi padre nunca titubeó en apoyar a alguien que lo necesitara, de la manera en la que le fuera posible para él. La verdad es que tomar tiempo para escuchar a alguien, para preguntar cómo está, para dar un consejo, no cuesta nada. A veces vamos a grandes distancias con tal de no ayudar, ignorando o escondiéndonos, pero la verdad es que la generosidad es una experiencia de ganar-ganar. Mi padre siempre supo estar ahí para la gente que lo necesitaba y sabía que ellos estarían ahí para cuando él los necesitara a los demás.

✓ La importancia de encajar (o la apariencia de encajar).

Mi padre siempre fue una persona disruptiva. Sin embargo cuando yo comencé a tatuarme y a encontrar mi propio estilo “disruptivo” el siempre me recalcó la realidad de que como te ven, te tratan. Usar tatuajes y tenis no causaba ningún tipo de revuelo en una agencia de publicidad, pero había otro tipo de espacios en dónde, para ganar el espacio para abrir la boca y que los demás presten atención, primero tienes que superar una barrera de ser aceptado, al menos pareciendo como uno de los demás. Este consejo me ha permitido estar en mesas de direcciones generales y que lo que destaquen sean mis ideas y mi conocimiento, no mi manera de vestir. Hay maneras más trascendentes de ayudar a que los demás se abran al cambio, más que la disrupción solo para causar shock.

✓ El amor a lo que haces, hace toda la diferencia.

Mi padre tuvo decenas de trabajos. Hizo de todo, en todos lados, de todas las maneras posibles porque siempre tenía un hambre constante de estar haciendo algo. Entre toda esa experiencia, los mejores resultados venían de las cosas que se hacen con amor y con pasión. Cuando tienes amor a lo que haces, no solo se trata de que salga, se trata de divertirse y de crecer en el proceso. El resultado es algo que te llena de orgullo y que quieres compartir para que otros lo disfruten tanto como tú. Tal vez les enseñas cómo lo hiciste, tal ves solo se trata de compartir el resultado, pero lo que importa es que eso haya sido el producto de un compromiso y un amor total. El amor que le pones a algo hace toda la diferencia, tal vez no sea el mejor del mundo mundial, pero los humanos tenemos esta capacidad de percibir cuando alguien hace algo por compromiso, y cuando alguien lo hace por amor.

✓ Las cosas se cambian desde adentro.

Por si no ha quedado claro, mi padre disfrutaba mucho de armarla de pedo. Era un revolucionario contracultural, pero su manera de cambiar las cosas siempre era bajo un camuflaje de “ser parte del sistema”. Mi padre llegó a ser uno de los pioneros de la banca digital en México, forzando cambios culturales y organizacionales desde organismos como la ABM y AMIPCI, que formaron el sendero para cambios regulatorios que permitirían que más personas pudieran acceder a herramientas financieras como las remesas que los indocumentados mexicanos utilizan para mandar dinero a sus familias. Mi padre tenía claro que al estatus quo -por definición- no le gusta el cambio cuando viene de fuera, pero las cosas son muy diferentes cuando infiltras ese estatus quo, te ves cómo él, hablas como él y parece que piensas como él, pero negocias hasta encontrar la mejor manera de crear un cambio, que aunque sea pequeño, ya es algo diferente.

✓ La salud es muy importante.

Activo y desmadroso como era, mi padre cometió el grave error de no prestar atención a su salud. Cuando el cáncer comenzó a hacer estragos la degeneración física fue rápida, impresionantemente rápida. Yo no lo veía “seguido” pero el cambio de encuentro a encuentro era drástico. Esto despertó en mi la importancia de mantenerse físicamente sano, porque sin un cuerpo en buenas condiciones, hasta la mente más brillante se queda sin aquello que le permite hacer todo lo que quiere hacer. La importancia de una buena condición física, por encima de los beneficios estéticos o sistémicos, es la posibilidad de poder ser un contenedor útil a tu mente y la principal herramienta para llevar a cabo cualquier idea que tengas.

✓ La importancia de la responsabilidad.

Mi padre y mi madre se separaron cuando yo era aún muy joven. Sin embargo, aún frente a las más grandes adversidades, mi padre siempre mantuvo un fuerte sentido de responsabilidad al bienestar de mi familia. Incluso ya yo siendo un adulto, él ya con la posibilidad de distanciarse o de sentir que ya había hecho suficiente, nunca dejó de proveer y de estar ahí. Sin importar qué estuviera pasando, el siempre reconoció que no se trataba de hacer lo que a uno le gusta, sino que a veces se asumen responsabilidades que se tienen que llevar a cabalidad, te gusten o no. Aún en esta etapa de cierre, mi padre siempre hizo lo que pudo para asegurar el bienestar de todas las personas que él sabía bajo su cuidado.

✓ El momento es lo que cuenta.

Cuando veía a mi padre, generalmente hacíamos dos cosas: ir al cine e ir a comer. Tengo más presentes todos aquellos momentos que vivimos viendo algunas películas de las cuales hablábamos horas; o comiendo en distintos lugares dentro y fuera de la ciudad. Por encima de cualquier objeto o regalo físico, por encima de cosas como el dinero o el lujo, puedo recordar más esos momentos en los que para lo que más nos alcanzaba era para una bolsita de mixiote y unas tortillas, comiendo en la cajuela del coche en algún lugar de la carretera libre México — Cuernavaca. Es por eso que a mi me gusta compartir esos momentos con la gente que quiero. Una comida, un café, una cerveza. Siempre el momento va a ser eso que se queda y que se vuelve parte de nosotros. Las cosas se van, pero el momento, lo que se comparte, aunque haya poquito, es lo que realmente nos alimenta.

✓ Nunca se deja de aprender.

Cuando yo tenía 15 o 16 años, mi padre siempre me contaba de algún problema que tuviera en la oficina y yo, obviamente, le decía lo que yo pensaba. Le preguntaba si esa era la única manera o si había algo que no había notado. Le preguntaba por qué las cosas eran como me decía que eran y él a su vez se cuestionaba a sí mismo y lo que el daba por hecho. Mi padre para ese momento ya era un exitoso directivo que bien podría haber descartado mis opiniones y comentarios como simples comentarios de un adolescente que no sabe nada, pero la verdad es que si me tomaba en cuenta y siempre me platicaba de qué había hecho con lo que habíamos platicado. Él siempre estaba dispuesto a escuchar a cualquier persona porque siempre estaba dispuesto a ver qué podía aprender. Seguramente la otra persona sabía algo que él no, o veía algo de una manera un poco diferente, y entonces no hacía menos a nadie, nunca. Siempre platicaba con todos, en todos lados, siempre atento a lo que pudieran opinar. Al igual que la idea de que ayudar no cuesta nada, también escuchar y poner atención a lo que otros piensan y sienten, tampoco cuesta nada y, al contrario, nos deja mucho.

Ojalá alguno de estos consejos les sirva.

Abrazo a todos y feliz 2019

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