No diseñas para pantallas, diseñas para cerebros
No importa cuántos agentes de Inteligencia Artificial salgan esta semana, o cuántas opiniones en LinkedIn de expertos traten de hablar de que Diseño es un campo que va a dejar de existir o traten de convencer de la amenaza de la Inteligencia Artificial. Diseño es una disciplina humana, para humanos. Humanos que tienen un cerebro que es incapáz de ser replicado con un algoritmo.
Entender como funciona la mente humana, entender cómo las personas piensan, sienten y deciden; y después traducir eso en soluciones que realmente les sirvan es lo que está al centro de lo que entendemos como Diseño, más allá de cuadritos y pantallas (que no es que no importen, pero estoy haciendo un punto.)
Y por eso, para poder entender Diseño desde esa dimensión, lo primero que tenemos que entender a detalle es ese montón de tejido que tenemos en medio de las dos orejas y que una gran mayoría de la población prefiere dejarlo descansar lo más posible: el cerebro.
El cerebro: una esponja hambrienta de energía
Tu cerebro, biológicamente, es una máquina carísima en términos de energía. Pesa solo el 2% de tu masa corporal, pero consume hasta el 20% de las calorías que consumes todos los días. Cuando lo usas en serio de manera intensiva, puede llegar a gastar hasta una cuarta parte de toda tu energía. Sí, básicamente tu cerebro es como ese programa que está en el corazón de la operación de tu empresa que nadie sabe optimizar: pesado, caro y absolutamente necesario.
Está hecho de neuronas, células que existen únicamente ahí, dedicadas al cerebro y su función, y aunque son ineficientes energéticamente lo que hacen muy bien es transmitir información a una enorme velocidad con impulsos eléctricos. Están optimizadas para transmitir información rápido y en volumen. Todo lo que eres — tu memoria, tus traumas, tu playlist de emo de la secundaria — se sostiene en esas conexiones.
Pero aquí viene lo interesante: aunque todos compartimos la misma estructura básica, la forma en que cada cerebro se desarrolla es única. Tu contexto — violencia familiar, abundancia, carencias, educación, memes que consumes — moldea tu cableado. Es lo que nos hace ser absolutamente únicos, no hay dos cerebros iguales.
¿Y por qué nos debería importar como Diseñadores? Porque es desde este muy básico y sencillo principio universal que se tira por la borda la idea de que podemos “resolver” a todos los tipos de usuarios con un mismo flujo, es una idea que atenta contra 300 mil años de evolución.
Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía, lo explica en su clásico Thinking, Fast and Slow: el 95% de lo que haces, decides o interpretas ocurre en piloto automático (lo que él llama Sistema 1) mientras que solo el 5% requiere pensamiento consciente (Sistema 2). Traducción: tu cerebro prefiere reciclar caminos ya creados porque aprender algo nuevo es costoso. Así que, en lugar de abrir una nueva ruta, usa la autopista que ya conoce, está biológicamente configurado para eso, para pensar de manera automática.
Esto significa que la mayoría de tus decisiones — y las de tus usuarios — no son racionales. Son eficientes. Buscan ahorrar energía, no maximizar lógica. Por eso compras Amazon se adueñó del mundo al minimizar la fricción de poder hacer pagos con un solo click, o funcionan los patrones en dónde le dicen a los usuarios que “solo quedan 3 piezas restantes”. No porque seamos listos o tontos, se reduce a una mera simple ecuación de lo que es energéticamente más eficiente.
Los sesgos cognitivos: los atajos del cerebro
Aquí entra la economía conductual, gracias a Kahneman y Richard Thaler: los humanos no somos racionales. Lo que nos mueve son lo que hemos llamado coloquialmente como sesgos cognitivos: el nombre que le hemos dado a los atajos que nuestro cerebro usa para tomar esas decisiones energéticamente eficientes.
Algunos tipos que engloban los cientos de ejemplos que se han estudiado:
- Sesgos de memoria: recuerdas más lo que está vinculado a una emoción que lo que pasó realmente.
- Sesgos de atención: ignoras información que no encaja en tu visión del mundo.
- Sesgos de urgencia: si algo parece que se va a agotar, lo compras sin pensarlo.
- Sesgos de certeza: preferimos inventar explicaciones antes que aceptar que no sabemos. Por eso amamos las teorías de conspiración.
Estos sesgos son alrededor de los cuales Diseñamos la experiencia de un usuario al construir productos digitales.
Los sesgos de la Inteligencia Artificial
Probablemente para muchos sea sorpresa saber que la Inteligencia es Artificial porque realmente emula lo que nosotros entendemos como inteligencia. Al centro de todo modelo de inteligencia artifical hay un modelo que ha sido entrenado con información que ya existe. Información creada por humanos. Humanos con sesgos, que heredan sus sesgos a su información y se la contagian a los modelos de inteligencia artificial como si fuera un virus inmutable e inescapable de nuestra propia humanidad.
El resultado son agentes que reproducen prejuicios, que refuerzan patrones y que “optimizan” para resultados que pueden ser exactos técnicamente pero corren el riesgo de no entender el contexto que los hace relevantes cultural o socialmente.
Por ejemplo, piensa en un sistema de reclutamiento, que automáticamente descarta a mujeres para un rol técnico porque está entrenado con datos que únicamente describe perfiles masculinos.
Si nosotros como humanos tenemos dificultades para identificar cuando somos víctimas de sesgos en nuestra vida cotidiana, ahora imagina que tengamos que aprender a identificarlos cuando están integrados en los resultados de un modelo de Inteligencia Artificial.
El miedo a la incertidumbre, y por qué Diseño se trata de construir historias.
Ahora, así de frágil como es el cerebro, tiene una debilidad crítica: no soporta la incertidumbre. Incertidumbre implica riesgo, implica no estar preparado para lo que viene, y por eso, el cerebro prefiere inventar explicaciones a aceptar que no sabe algo.
Es una debilidad adquirida. Nuestros ancestros necesitaban certeza para sobrevivir: si no sabías distinguir el olor de un hongo venenoso de uno que no lo era, o identificar el rugido de un tigre, estabas muerto. Ese instinto sigue vivo hoy, aunque ahora lo apliquemos en cosas absurdas como armar teorías de conspiración para cadenas de WhatsApp.
Es por eso que desde su incepción como campo profesional, Diseño se ha tratado de construir narrativas, mucho más allá de interfaces se trata de darle certeza a los usuarios sobre qué es lo que están usando, para qué, cómo se usa. El buen Diseño es aquel que entiende que necesitamos dar certeza. Una aplicación con un flujo bien diseñado no solo es eficiente; da paz mental porque reduce la ansiedad de lo desconocido. Por eso todos los detalles de la experiencia importan, el microcopy, los estados vacíos importan, el contenido no es mera “estética”. Se trata de dar claridad y certeza que nosotros como humanos traducimos en lo que entendemos por intuición: las cosas hacen lo que esperamos que hagan.
El verdadero trabajo de Diseño
La capacidad de un humano para Diseñar para otro humano requiere ver mucho más allá de interfaces, sean generadas con Inteligencia Artificial o no. Diseñar para humanos implica:
- Diseñar para el piloto automático: asume que tus usuarios no leerán instrucciones largas. Guíalos con señales claras y patrones familiares.
- Usar sesgos con ética: el sesgo de urgencia funciona, pero no para manipular. Úsalo para motivar comportamientos positivos (ej. recordatorios de seguridad, salud).
- Calma la incertidumbre: cada “loading”, cada “error”, cada “qué sigue” importa. Diseñar estados intermedios es diseñar confianza.
- Sé consciente de tus propios sesgos: no eres inmune. Tus decisiones de diseño también están sesgadas por tu experiencia, tu contexto y tu ego. Ponlo sobre la mesa.
Durante años me han acusado de atacar al Diseño de Interfaz, de decir que Figma (o la herramienta en turno) no tiene valor, y ahora seguramente se me podría señalar de atacar “el futuro del Diseño” al no creer que el valor del Diseño esté en en prompts o frameworks que prometen eficiencia absoluta.
Lo que siempre he defendido es lo que yo he visto en el Diseño desde que comencé a trabajar en esto, el Diseño no es un campo de herramientas, es un campo de humanos. El Diseño hoy ya vive en la intersección entre un cerebro humano caótico y un mundo digital cada vez más complejo. Nuestra chamba es mediar, traducir y habilitar que esas decisiones cerebrales — irracionales, energéticamente flojas, sesgadas y ansiosas — tengan un lugar seguro donde existir.
La IA puede generar pantallas, claro. Pero entender el comportamiento humano, reconocer el miedo a la incertidumbre, anticipar sesgos y construir confianza, sigue siendo territorio de Diseñadores que se toman en serio a los usuarios como personas. Porque, al final, los usuarios del Diseño siempre van a ser otros humanos, con sus sesgos, miedos e inseguridades, que necesitarán el acompañamiento de alguien que entienda sus problemas y su contexto, para darles certeza y claridad.
