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No hay un solo tipo de liderazgo — descubre tu estilo y cómo usarlo a tu favor

8 min readAug 25, 2025
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En el mundo corporativo, “liderazgo” suele sonar como esa palabra mágica que todos repiten, pero que pocos saben explicar. Todos dicen que tienes que ser líder, pero cuando hablamos de qué hay que hacer para serlo, parece que es un caso de “lo verás cuando lo veas” o que “hay gente que simplemente lo tiene” como si se tratara de un don místico reservado para unos pocos.

Esa narrativa genera un problema: muchos profesionales (A mi me preocuán los Diseñadores en especial) se sienten fuera de juego porque no son el típico perfil carismático que llena auditorios. Y, por el otro lado, muchas organizaciones se llenan de frustración porque esperan de sus líderes una lista infinita de habilidades imposibles de cumplir.

La realidad es más simple: ser un líder no es convertirte en un personaje de ficción, significa entender tus fortalezas, el contexto en el que estás y usar tus capacidades para mover a un equipo hacia adelante. Y eso se aprende.

Lo primero que tienes que aprender, es que hay muchos “estilos” de Liderazgo.

Los estilos de Goleman

Cuando hablamos de liderazgo solemos imaginar “el estilo ideal”, como si hubiera una sola receta. Pero la verdad es que los líderes más efectivos no se casan con un único estilo, sino que saben cuándo usar uno u otro.

Daniel Goleman, autor de la Inteligencia Emocional, describió seis formas principales de ejercer liderazgo, y lo interesante no es memorizarlas como si fueran una lista, sino entender cómo funcionan en la práctica, qué generan en un equipo y qué riesgos esconden si se llevan al extremo.

El líder visionario es probablemente el que más admiración genera. Inspira, moviliza y dibuja un futuro tan claro que la gente quiere caminar hacia él. Steve Jobs es el ejemplo clásico: cuando dijo “mil canciones en tu bolsillo” no estaba hablando de especificaciones técnicas, estaba vendiendo una visión que motivaba a su equipo y a millones de usuarios. Pero, como todo, tiene su lado negativo. El riesgo, es que un discurso inspirador puede quedarse en humo si no se traduce en acciones concretas. La visión sin ejecución puede sonar grandiosa… pero vacía sin las herramientas para hacerla realidad.

El líder que actúa como coach es otro perfil muy popular, especialmente en el mundo tech. Su foco no es solo en resultados inmediatos, sino en el desarrollo de su gente. Quiere que cada persona crezca, aprenda y desbloquee su potencial. Es un estilo al que muchos aspiran en teoría, pero requiere tiempo, paciencia y un equipo dispuesto. No todos los ambientes lo permiten. En un lanzamiento crítico, a veces los equipos no necesitan una sesión de coaching, necesitan que alguien elimine obstáculos. Muchos managers se presentan como coaches, pero pocos lo hacen bien porque realmente requiere entender qué motiva a la gente y cómo motivarla, que es todavía más difícil en en contextos de alta presión.

Luego está el líder “afiliativo” (de “afiliar”), que construye confianza y armonía en su equipo, es más como de relaciones personales. Su fuerza está en mantener unidos a los equipos, especialmente en momentos de tensión o después de una crisis. En las empresas, un líder afiliativo es el que cuida al equipo en medio de tormentas, el que logra que la gente sienta que no está sola. Pero este estilo tiene una trampa: a veces evita conversaciones incómodas. La armonía permanente puede volverse conformismo, y el feedback duro que todos necesitan escuchar se queda guardado bajo la alfombra.

El líder democrático, como dice su nombre, apuesta por la participación. Escucha, consulta y busca consenso. En equipos diversos, este estilo genera compromiso porque cada voz cuenta. Satya Nadella, por ejemplo, transformó Microsoft abriendo las puertas a nuevas voces y estilos de pensamiento. Pero el riesgo es real: en decisiones urgentes, este enfoque puede atascarse en discusiones interminables, además de que, como lo experimentamos de manera cotidiana en Latinoamérica, no siempre el colectivo está preparado para tomar decisiones. La democracia inspira colaboración, pero no siempre garantiza eficiencia.

El líder “timonel”, es un líder que guía con el ejemplo, es el que sube la barra hasta el cielo. Marca el ritmo con su propio desempeño y exige que los demás lo sigan. Elon Musk encarna esta forma de liderazgo: no pide nada que él mismo no esté dispuesto a hacer, pero espera resultados a una velocidad brutal, independientemente a si los demás tienen las mismas condiciones que él. Funciona típicamente con equipos “élite” pero quema a quienes no pueden sostener ese ritmo. El timonel inspira admiración, pero también miedo. Y cuando la gente siente que “nunca es suficiente”, la motivación se desploma.

Finalmente, el estilo más polémico: el líder coercitivo. La palabra suena casi como insulto, porque asociamos este estilo con autoritarismo. Y sí, usado de manera constante mata creatividad y compromiso. Pero en crisis extremas, cuando nadie sabe qué hacer, este líder es el que pone orden. Winston Churchill, en plena Segunda Guerra Mundial, no podía darse el lujo de abrir votaciones: necesitaba dar órdenes claras y firmes para evitar el colapso de todo un país. En emergencias, la coerción salva. El problema es cuando se convierte en el modo default, incluso en contextos que piden flexibilidad y escucha.

Lo fascinante de los seis estilos es que ninguno es “el bueno” o “el malo”. Todos tienen un lugar, una utilidad y un momento en el que brillan. La clave está en la conciencia: reconocer cuál es tu tendencia natural, identificar qué necesita tu equipo y, sobre todo, desarrollar la capacidad de cambiar de estilo según el contexto. Liderar no es tener todas las respuestas; es tener la sensibilidad para saber qué estilo aplicar en el momento correcto.

Cómo yo pienso en el liderazgo

Cuando yo enseño liderazgo, además de los estilos, siempre vuelvo a dos ejes muy sencillos pero potentes. El primero es alinear motivaciones y expectativas: conectar con las personas, entender qué las mueve, qué quieren lograr y cómo eso se sincroniza con los objetivos colectivos. El segundo es gestionar procesos y recursos: poner orden en plazos, acuerdos, prioridades y entregables para que las cosas sucedan de verdad.

Si lo piensas, toda forma de liderazgo es una combinación distinta de estos dos ejes. Hay líderes brillantes motivando, capaces de encender fuegos en el corazón de la gente, pero que se pierden en el caos de la ejecución. Y también hay líderes que gestionan impecablemente, con todo en Excel y entregas a tiempo, pero que dejan a sus equipos fríos, sin alma. El verdadero reto está en lograr un equilibrio, en encender la motivación al mismo tiempo que se construye el camino operativo.

Piénsalo con una metáfora musical: todos tenemos un tono “natural”, pero un buen músico aprende a tocar otras notas cuando la canción lo requiere. Liderar es eso: reconocer cuál es tu nota dominante — quizás la motivación, quizás la gestión — y practicar otras notas para que la melodía de tu equipo no suene incompleta.

¿Cómo saber cuál es tu estilo?

Aquí es donde la teoría se puede aplicar a nivel personal. No se trata de memorizar los estilos de Goleman ni de encasillarte en uno, sino de observarte. Pregúntate: ¿qué disfruto más? ¿Inspirar con una visión que otros quieran seguir, enseñar y acompañar, mantener la armonía del grupo, abrir debate, empujar con métricas, o tomar control cuando todo se incendia?

Otra pista poderosa es tu reacción bajo presión. Algunos organizan al instante y ponen orden en el caos; otros motivan y levantan ánimos; algunos consultan y buscan consenso; y otros imponen decisiones rápidas y firmes. Esa forma de reaccionar casi siempre revela tu tendencia natural.

Y, sobre todo, escucha lo que los demás te reconocen. A veces tú crees que eres “el que organiza”, pero tu equipo te percibe como “el que inspira”. Esa diferencia dice mucho. Haz el ejercicio de recordar una situación en la que lideraste con éxito, aunque no tuvieras el título de líder. ¿Qué hiciste? ¿Qué salió bien gracias a ti? Esa memoria es un espejo que revela tu estilo predominante.

Lo importante es entender que no eres un único estilo. Todos tenemos una mezcla, pero sí hay notas dominantes que tocas de manera más natural. El trabajo está en reconocerlas y aprender a usar otras cuando el contexto lo pide.

El otro lado del juego es mirar hacia afuera. ¿Qué estilo usa tu jefe, tu colega, tu cliente? Escucha cómo hablan, qué enfatizan, cómo toman decisiones. El visionario hablará de futuro y propósito. El que usa coaching hará preguntas en lugar de dar respuestas. El afiliativo se enfocará en relaciones y armonía. El democrático abrirá votaciones y consultas. El timonel medirá velocidad y métricas. El coercitivo dictará órdenes claras y directas.

¿Por qué importa? Porque no puedes entrar a todos los partidos con la misma estrategia. Si tu jefe es timonel, lo peor que puedes hacer es llegar con excusas: llega con resultados. Si es afiliativo, la relación será tu moneda de cambio. Si es democrático, prepárate para argumentar y debatir. No se trata de manipular, sino de ajustar tu forma de comunicar para que el mensaje llegue. El liderazgo no solo está en liderar, también en aprender a ser liderado con inteligencia.

Aquí está el verdadero secreto: el liderazgo efectivo no depende solo de quién eres, sino de cuándo y dónde aplicas tu estilo.

En una crisis, cuando todo el mundo pierde la cabeza, un estilo coercitivo puede salvar la nave: alguien tiene que dar la orden clara y firme de hacia dónde remar. En contextos de innovación, el estilo visionario es el que prende la chispa que hace que la gente quiera construir algo nuevo. Cuando formas un equipo desde cero, el afiliativo y el coaching son vitales para sembrar confianza y sentido de pertenencia. Y cuando trabajas con un equipo maduro y experto, el estilo timonel mantiene alto el rendimiento y la ambición.

El buen líder no es el que domina todos los estilos, ni el que se esfuerza por ser todo para todos. El buen líder es el que sabe cuándo cambiar de sombrero. El que entiende que no todas las canciones se tocan con la misma nota. Y que la verdadera práctica de liderazgo está en leer el momento, leer a la gente y tener la flexibilidad de actuar distinto cuando la situación lo exige.

El liderazgo no es una receta ni un checklist. Es un espejo en el que descubres tus fortalezas y un gimnasio en el que practicas lo que aún no dominas. No necesitas parecerte a Steve Jobs ni copiar a tu jefa favorita: necesitas conocerte, reconocer tu estilo dominante y atreverte a usarlo como punto de partida.

La pregunta no es “¿qué tipo de líder quiero ser?”, sino “qué necesita mi equipo de mí en este momento”. A veces será inspirar, otras será ordenar el caos, otras escuchar, y otras marcar un límite claro.

El reto que te dejo es simple: piensa en tu semana pasada. ¿Cuántas veces lideraste sin darte cuenta? ¿Qué estilo estabas usando? Y, más importante aún, ¿qué pasaría si la próxima vez eliges conscientemente cambiar de sombrero?

Porque el liderazgo no se trata de encajar en un molde. Se trata de descubrir que ya tienes la capacidad de mover personas y procesos, y que el mundo — tu mundo, tu equipo, tu organización — necesita que lo hagas.

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Adrian Solca
Adrian Solca

Written by Adrian Solca

Diseñador Estratégico & Arquitecto de Experiencias. Hackeando la innovación más allá del teatro corporativo.

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